
Sentados sobre un césped pobre en una tarde de invierno un pendejo me decía: “a manera de freno a la influencia de algunos medios de comunicación masiva – televisión, periódicos y portales de internet- urge una intensa contra-campaña informativa en todos los rubros con objeto de tratar de revertir las tendencias generales en la opinión pública ocasionados por éstos. Necesitamos erguir un contrapeso mediático, estudiantil en primera instancia, encaminado a hacer eco crítico y reactivo en la sociedad sobre el desastre que vive nuestro país -crisis económica, creciente autoritarismo gubernamental, militarización, violencia, descontento generalizado, abusos de las empresas nacionales e internacionales, graves recortes a educación y un larguísimo etcétera-: este esfuerzo intentaría llevar fuera de las universidades y cuerpos colegiados, mediante nuevos y viejos formatos capaces de interpelar al pueblo en el espacio público, a saber, plazas, parques, parabuses, aceras, semáforos, esquinas y transporte público, el uso de la cabeza y los huevos en contra de las distopías y culeradas posmodernas"
Yo le contestaba: “ajá guey”
El pendejo continuaba diciendo: “los estudiantes se organizarán para repartir folletos, informar en el transporte público, efectuar happenings y arte urbano en puntos estratégicos, entablar mesas redondas en plazas públicas y parques transitados, montar protestas frente a las sedes de los poderes fácticos e instituciones negativas para el país, etcétera. Además, se encargarán de pensar en la publicación de algún órgano informativo periódico impreso o virtual perteneciente a una gran asamblea universitaria preocupada y activa en relación con los grandes problemas nacionales y globales. Si no es de nosotros, de ningún lado surgirá una verdadera oposición larga y sincera a esta gran tragicomedia”
Yo le respondía: “cuenta conmigo, guey”
Él: "Bangkok"
Yo: "sans culottes biliosos"
Al terminar de decir ésto un enorme viento acre que vino del norte y que meció nuestros cabellos y orilló a crujir violentamente las ramas de los árboles hizo el favor de nos callar. Miré al pendejo, el pendejo me miró: ambos reímos exhaustos.
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